Siempre que a la palabra arquitectura le colocamos un adjetivo delante de ella, es porque denota una cierta cualidad que la hace única y la distingue del resto. Las arquitecturas son muchas, pero quizás son pocas las que efectivamente pueden llevar con justa razón un adjetivo delante de ellas, que no sea una decoración o moda.
Hemos escuchado hablar muchas veces de la “arquitectura chilena”, pero pensándolo bien, y más allá de que todas han sido producidas por arquitectos chilenos o en un contexto territorial común, no hay, al menos a primera vista, ciertas cualidades que las hagan todavía únicas y diferentes, y es donde aparece la interrogante de si estamos haciendo algo propio…
Vivimos y trabajamos en un contexto geográfico, climático y social que podemos decir es único y que tiene una serie de cualidades y características particulares. Aparece por lo tanto la interrogante de si nuestra arquitectura responde de manera adecuada a estas problemáticas, y si las convierten en un tema fundamental del proyecto, capaces de por lo mismo hacerla única.
¿Estamos con nuestra arquitectura, respondiendo a aquello que nos es propio? Creo que la respuesta es no, o al menos, no del todo.
Lo primero que debemos reconocer es aquello que nos es característico y nos distingue de otros contextos. Un primer factor es sin duda nuestra geografía y la relación que tenemos o podemos tener con lo natural y lo exterior, para ello basta con sólo pensar en el marco geográfico único que rodea a Santiago, y así pensar en el resto de nuestras ciudades. A este primer factor debemos sumarle un clima único y que no estamos aprovechando.
En lugar de pensar en una arquitectura para nuestro territorio, hemos construido una arquitectura importada (donde el clima, asoleamiento y otras variables han sido omitidas, y con ello una de nuestras principales virtudes) que incorpora características que funcionan en contextos totalmente diferentes, pero no necesariamente en el nuestro. Basta pensar en cuántos edificios de oficinas pueden abrir sus ventanas o responden con sus fachadas a las diferentes orientaciones.
En ese sentido un primer paso sería mirar las construcciones vernaculares o al menos más antiguas, donde en lugar de incorporar modas, se incorpora el sentido común y se lo pone al servicio de un bien mayor. La mal llamada “casa chilena” es un buen ejemplo de una construcción que responde de gran manera a nuestro clima.
Creo que las palabras aleros, corredores, patios, parrones, alamedas, exteriores u opacidad, con todas las vueltas y reinterpretaciones que podemos darles, son una primera pista de como incorporar y reflexionar nuestras variables geográficas y climáticas.
¿Serán estás maneras validas de aproximación a encontrar lo propio? ¿Qué otros aspectos pueden ser aplicables o propios?